Wednesday, December 20, 2006

LOS IDIOTAS UTILES DEL ASCURANTISMO

Según el diccionario de la Real Academia española la palabra “idiota” tiene varias acepciones, entre ellas 1) Persona engreída sin fundamento para ello. 3) Tonto, corto de entendimiento.


Asimismo, la palabra idiotez la define como hecho o dicho propio del idiota, y la palabra idiotizar, como volver idiota, atontar.


A estas alturas, quienes se hayan tomado la molestia –porque en verdad es una molestia, salvo que se las tome con humor– de leer las páginas web de los escépticos, ya se habrán dado cuenta de que la palabra idiota es la que mejor les cuadra.


Lo que ocurre, en realidad, y esto lo aclaramos para aquellos que se preguntan por qué razón somos tan cáusticos al acusar así los escépticos, es que no estamos tratando con gente sin instrucción, sino muy por el contrario con personas inteligentes e instruidas, incluso con títulos académicos.


¿Qué es lo que los hace tan cerrados, entonces, incluso a las verdades más obvias? La respuesta es que es la soberbia.


Los escépticos tienen un ego tan, pero tan grande, que no sólo los ciega, sino que también los hace sordos, porque como son incapaces de admitir siquiera que pueden estar equivocados, prefieren no escuchar.


Como se dice vulgarmente, “no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír”.


Por otra parte, las argumentaciones que utilizan para convencer –¿a quién?– son tremendamente pueriles.


En el sitio web de Escépticos Colombia, por ejemplo, han puesto como prueba de que los Ovnis no existen la foto de una supuesta nave espacial, demostrando que se trataba en realidad de un farol colgado en el medio de la calle.


Con esta foto pretenden catalogar a todas las fotos de Ovnis de fraudes. Los Ovnis, miles y miles de ellos, han sido fotografiados desde que se inventó la fotografía, por lo que, si les hacemos caso a las argumentaciones escépticas, el planeta Tierra estaría habitado exclusivamente por fotógrafos que se dedican a falsificar fotos de naves espaciales.


Por supuesto que lo mismo aducen de los círculos en los sembrados, afirmando que no los hacen los extraterrestres sino humanos muy bromistas, haciendo caso omiso, por supuesto, de que si bien es posible reproducirlos –muy groseramente, por supuesto– en forma manual, los resultados no tienen ni punto de comparación con la belleza y complejidad de los diseños originales.


De más está decir que mientras los círculos hechos a mano no tienen radiactividad, sí la tienen los realizados por los extraterrestres. Además, como es obvio, de que tal perfección solamente puede lograrse desde el aire, no a ras del suelo.


Cuando alguien denuncia que fue abducido por extraterrestres y cuenta la aterradora experiencia, de inmediato salen los escépticos para afirmar que todo el asunto no es más que una alucinación, ¡y siempre tienen a mano un psiquiatra o un psicólogo, tan escépticos como ellos, que explica cómo se produce en la mente la supuesta alucinación!


Para los escépticos el mundo está lleno de alucinados, y por supuesto ellos son los únicos que no alucinan y que tienen la verdad absoluta. ¿Alguien ha visto que un escéptico admita con honestidad que puede estar equivocado?


Por supuesto que ya los escépticos de siempre ya han salido a decir que el secuestro de Natascha Kampusch, que estuvo ocho años encerrada en un sótano por un maniático pedófilo, es falso y ha sido inventado por sus padres…


Y no quiero ni siquiera mencionar a aquellos escépticos que han negado hasta el Holocausto y que Hitler era en el fondo un buen tipo…


Hay casos de escepticismo muy famosos, como el de los científicos de la Academia de Ciencias de Francia, que se reían de los campesinos cuándo estos les decían que habían caído piedras en sus sembrados, respondiéndoles pomposamente: “Del cielo no caen piedras porque en el cielo no hay piedras”. E incluso prohibieron que en sus asambleas se tratara “tan ridículo tema”.


También podemos citar al escéptico Newcomb, que afirmaba –e incluso lo había demostrado con fórmulas matemáticas (?)– que ninguna máquina más pesada que el aire podía volar.


Pero lo más gracioso fue que cuando los hermanos Wright construyeron una máquina y volaron en ella, el famoso sabio se limitó a decir, palabras más, palabras menos: “El invento es sólo un entretenimiento que no tiene ninguna utilidad comercial”…


Cuando William Harvey descubrió la circulación de la sangre, los escépticos se burlaron de él, como también se burlaron de Ignaz Philipp Semmelweis cuando diagnosticó que la fiebre puerperal era de origen infeccioso.


El famoso Magendi negó la posibilidad de la anestesia quirúrgica; todos los miembros de las academias de la época de Pasteur negaban la acción de los microbios en la patogenia; Bouillard declaró que la telefonía no pasaba de ser ventriloquia; la idea de que el agua pudiese elevarse por medio de tubos hacia lugares más altos fue considerada una verdadera locura por el famoso P. S. Girard, que no sospechaba el descubrimiento de las actuales bombas hidroeléctricas, y aun manuales, que elevan el agua a grandes alturas; la “ciencia” se divirtió muchísimo cuando el doctor Dunlop concibió la idea de hinchar con aire las ruedas de caucho, lo que, para vergüenza de la sabiduría positiva de aquel tiempo, consagró a su autor en la industria de neumáticos modernos; J. Muller, de indiscutible cultura científica, negó que se pudiese medir la velocidad de la corriente nerviosa…


Cabe recordar también los crímenes cometidos por la Inquisición, tachando de herejes –entre ellos a Galileo– a quienes rebatían la Teoría Geocéntrica de Ptolomeo, ubicando a la religión como contraria al conocimiento, a Giordano Bruno, quemado en la hoguera por sostener, entre otras cosas claro está, la pluralidad de los mundos habitados…


Parecería que la historia consiste en que algún visionario proponga algo para que otro, incapaz de ver un duende ni aunque se le pare en la punta de la nariz, lo niegue.


¿Cualquier semejanza con los escépticos actuales es pura coincidencia?


Con respecto a la mediumnidad, por supuesto que sostienen que no existe ninguna comunicación con el mundo espiritual y que el médium lo inventa todo.


Claro, como niegan la existencia de los planos suprafísicos, todo lo tienen que reducir al plano físico, de la misma forma como el pez interpreta el mundo de la pecera como lo único que existe, ¡y por favor no me vengan con esa tontería de que existen los gatos!


No hay duda alguna, entonces –en honor a la brevedad hemos brindado sólo algunos ejemplos paradigmáticos–, que a los escépticos les cabe como a nadie mejor el mote de idiotas, por engreídos, y ciegos y sordos voluntarios.


Obviamente, si lo expuesto fuera toda la historia del Escepticismo no nos hubiéramos molestado en hacer este comentario, pero el problema es que los escépticos, al hacerle el juego al Oscurantismo, retrasan la evolución con sus postulados infantiles evitando que los seres humanos salgan de sus miserias.


Al negar la existencia del mundo espiritual, por ejemplo, además de quitarles la esperanza en la continuación de la existencia en un lugar mejor, impiden a las personas encarnadas que sepan de la existencia de los espíritus del Error y que éstos están influyendo negativamente en sus vidas: en una pelea matrimonial siempre hay tres factores involucrados, el marido, la esposa y los espíritus del Error incitando a la pelea, incluso por nimiedades.


Cuando los escépticos atacan a Cienciología, de hecho están impidiendo que se sepa la existencia de la mente reactiva y los engramas, y que éstos al restimularse pueden producir diversas enfermedades psicogénicas (y no psicosomáticas como por error terminológico se las denomina).


¿Cuántas personas que podrían aliviarse de sus enfermedades, o mejorar en general sus vidas, con la tecnología desarrollada por L. Ronald Hubbard han desistido de ir a las organizaciones de Cienciología basadas en la propaganda nefasta de los escépticos?


Cuando los escépticos atacan al Grupo Elron, también están atacando indirectamente a los descubrimientos del profesor Jorge Olguín, entre ellos las terapias de avanzada –incluso más avanzadas que Dianética y Cienciología– “Psicoauditación” y “Psicointegración”.


Mientras la primera –Psicoauditación–, libera al espíritu de los incidentes negativos de vidas pasadas que incluso influyen en la presente vida, la segunda –Psicointegración– equilibra la mente evitando que los roles del ego nos manipulen perniciosamente.


¿Cuánto karma pueden acarrearse los escépticos al impedir que las personas mejoren sus vidas?


¿No es esto acaso algo equiparable a la necia actitud de los Testigos de Jehová cuando prohíben a sus seguidores la transfusión de sangre, aún tratándose de niños?


Desde ya que más grave es todavía la actitud de las autoridades que la admiten creyendo que así están respetando los “sagrados” principios religiosos.


El Oscurantismo, que según la definición del diccionario de la Real Academia española es “la oposición sistemática a que se difunda la instrucción en las clases populares”, es propiciado indirectamente por los escépticos, es decir, le hacen el juego a los detentadores de poder, porque, reiteramos, cuanto más ignorante es el pueblo más fácil es de manipular.


Piensen solamente en la ignorancia de la Medicina, la cual, gracias a las campañas de los escépticos, aún desconocen los descubrimientos sobre la mente humana de L. Ronald Hubbard plasmados en Dianética y Cienciología.


¿Cuántos pacientes se hubieran salvado de los trastornos postoperatorios si en los quirófanos los cirujanos supieran que cada palabra que han dicho ha quedado grabada en sus células como engramas de alto poder –u órdenes hipnóticas, si se prefiere– especialmente porque está presente el dolor?


Cualquiera puede hacer la prueba y preguntarle a cualquier médico si sabe algo de Cienciología o de L. Ronald Hubbard, de la mente reactiva y de los engramas, y la respuesta más probable será una acotación ingenua acerca de que algo leyó por ahí que la catalogaba de secta… ¡Y esto es todo lo que saben!


Cabe preguntarse también a cuántos pacientes transformados en zombis por la Psiquiatría –defendida a ultranza por los escépticos– se pudieran haber salvado si ellos no hubieran atacado a Cienciología, precisamente la única ciencia que combate el uso de los electroshocks.


También cabría preguntarse cuántos pacientes, que podrían haber solucionado sus dolencias concurriendo a Cienciología, han quedado atrapados en el Psicoanálisis, la terapia más interminable e ineficaz que existe (sin perjuicio, por supuesto, de sus efectos nocivos en los pacientes, en muchos casos ni siquiera reversibles con Dianética).


En el Área 51, que según los escépticos es un inocente lugar donde los Estados Unidos prueba sus modernas aeronaves y no un asentamiento terrestre-extraterrestre –a estas alturas negarlo no es una necedad sino lisa y llanamente una aberración–, existe una máquina duplicadora de alimentos, similar pero mucho más avanzada que la famosa Arca de la Alianza (que por supuesto no tenía nada que ver con Dios).


¿Cuánto tiempo hace que el hambre se habría acabado en el mundo si los escépticos no promovieran el ocultamiento del hecho de que los extraterrestres conviven con nosotros?


¿Por qué los avances técnicos logrados por los extraterrestres tienen que ser aprovechados sólo por unos pocos a quienes no les interesa en absoluto el hambre que padece la humanidad?


La función de los Hombres de Negro, precisamente, es fomentar la confusión a fin de que el Área 51 sea considerada simplemente como un lugar secreto de pruebas de aviones y nada más.


¡Y sus mejores colaboradores son los escépticos, que para mejor trabajan gratis!


Finalmente, ¿alguien puede dudar que es de toda justicia llamar a los escépticos como los idiotas útiles del Oscurantismo?